Sueños de Otonga por Alvaro Barragán

DSC_0671 Conocí la Otonga cuando era estudiantes de biología, debo haber tenido 20 años. Giovanni Onore era nuestro profesor de entomología y en esa época los viajes lo hacíamos en buses de servicio público hasta la Unión del Toachi y luego en los camiones para vacas hacía el poblado de San Francisco de las Pampas. DSC_0613 El primer día solo fueron largos viajes por caminos malos hasta llegar a los límites de Otonga a la casa de Don César Tapia.

Él nos recibió en su humilde morada, nos brindó su comida y sus historias. Ese es el recuerdo más nítido que tengo de aquella salida. Pues luego de comer, la mayoría de los compañeros se fueron a dormir, mientras uno o dos amigos nos quedamos junto a Patricia Ortiz, conversando con Don César. Recuerdo todas las historias sobre los animales que vio en su vida, los pumas, las culebras, osos, pájaros y demás. Mezclado con sus relatos personales de su vida, de como migró desde Sigchos a trabajar la montaña junto a su mujer y luego el crecimiento de su familia y su arduo trabajo con la caña para hacer panelas.

Don César Tapia

Don César Tapia

Al día siguiente la larga caminata a la reserva nos quitó la vida, pero valió la pena pues pudimos entrar en el corazón de Otonga y ver lo grandioso del bosque. La salida era corta y llovía mucho por lo que salimos casi después de estar apenas unas pocas horas.

Volví a la Otonga luego de al menos 10 años. Regresé como profesor con mi estudiante de tesis, Carolina Proaño-Castro. Nos perdimos en la búsqueda del sendero, cargados con unas mochilas llenas de comida y las fundas de dormir deambulamos como dos horas hasta que una señora nos indicó el camino correcto hacia la estación. La estación era y aún es una casa de madera abierta con una cocina de leña en donde uno se la pasa para matar el frío de la niebla.

El bosque sigue siendo mágico, intacto e incluso avanza por el trabajo de Onore y los Tapia que reforestaron muchos terrenos aledaños.

He regresado varias veces a Otonga desde hace más de nueve años. Cada viaje es mágico, tiene momentos que no se olvidan nunca, experiencias personales emocionantes, encuentros con el humilde Don César quien no para en su labor de guardián de la vida, guardián de los seres que esconde Otonga, incluido el Olinguito el más famoso mamífero del Ecuador. Cada vez valoro más el trabajo de Onore y los Tapia, quienes como hormigas han mantenido algo que crece cada vez más y que es un regalo para todos. Muy pocos saben de todo este esfuerzo, de todo el amor que hay detrás de conservar, de todos los recursos empleados en esta empresa de locos, recursos humanos sobre todo.
Pero Otonga no solo es bosque y naturaleza salvaje. Son seres humanos que viven en sus alrededores, sobre todo niños, que han recibido ayudas de la Fundación de Otonga que hacen que ellos puedan estudiar, que tengan la posibilidad de acceder a ese derecho universal que no se cumple en la mayoría del país y que puede ser la razón de que estemos destruyendo nuestro entorno. Esa fue mi mayor sorpresa, el mirar que existe un esfuerzo orientado a una Otonga integral en donde los seres humanos son parte de los sueños de conservación.

Sin duda, Giovanni Onore pasará a la historia como el gran científico que refundó el estudio de la zoología en el país, como educador de algunos de los mejores científicos que tiene el país, como motivador de soñadores, como conservacionista pero sobre todo será recordado por el gran apoyo a la educación de cientos de niños que no tenían alternativas para surgir…..y así cierra el ciclo con la primera generación de conservacionistas que tomarán sus sueños como propios, los Tapia……Pero este es otro cuento…

Alvaro y Giovanni

Alvaro y Giovanni

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